Por el Dr. Gustavo Hernández Díaz co-autor del Libro “El Impacto de la Comunicación”, editado por Comstat Rowland con motivo de su 24 Aniversario En muchas organizaciones e instituciones sociales se toman decisiones basadas en la emotividad sin valorar cabal y adecuadamente los flujos informativos y el conocimiento. |
Es por ello que el autor plantea la necesidad de considerar principios, modelos y paradigmas que han surgido de la pedagogía, la teoría de la comunicación y la psicología genética y educativa para analizar el procesamiento de la información y enfatizar la importancia que tienen tanto el equilibrio informativo y cognitivo como el aprendizaje significativo. Finalmente, propone la aplicación del método de los seis sombreros de Edward De Bono a objeto de que las organizaciones y las instituciones sociales perfeccionen su misión, su visión, sus proyectos, objetivos y metas y, al mismo tiempo, se nutran de los aprendizajes de las personas que las integran, tal como éstas también pueden hacerlo si internalizan lo que aprenden al convivir y desempeñarse en ellas.
El valor de valorar el humanismo y la competitividad
Todo sistema organizacional o institución social requiere, indudablemente, de la información y del conocimiento para garantizar y fortalecer su funcionamiento, su pertinencia social y nivel de competitividad. Hasta aquí no estamos diciendo nada nuevo. Quizás lo atípico de nuestra posición radicaría en proponer que es imprescindible que las organizaciones y las instituciones sociales aprendan a pensar sobre las decisiones y que las mismas no sean el producto de la mera intuición, de la impulsividad o de la costumbre por miedo al cambio. Aprender a pensar requiere de unas herramientas que nos permitan discernir sobre todos los campos del saber. Algunos de los temas que deberían debatirse en las organizaciones son la ética y la deontología. Incluso, es necesario aprender a pensar sobre nuestro sentido común, pese a que, en algunas ocasiones, es el menos común de los sentidos.
Erich Fromm[8] señala en ¿Tener o Ser? que la sociedad contemporánea ha optado por el más pagano materialismo. El proyecto de hombre conceptuado por las grandes corporaciones transnacionales se basa en incentivar la adquisición de necesidades superfluas y en convertir el afán de lucro en un fin en sí mismo. Consumir es sinónimo de tener. Fromm diría literalmente que el consumo compulsivo degenera en un enfoque pseudeontológico de la vida que se explica mediante la sentencia materialista: “yo soy = lo que tengo y lo que consumo”.
Una sociedad que gasta en publicidad anual, según Antonio Pasquali[9], casi 400 millardos de dólares, en rigor 1,4 % de las riquezas que produce el mundo, mientras que la inversión en seguridad social a nivel internacional sigue siendo superlativamente mínima, es una situación inaceptable que reclama la atención inmediata no sólo de los científicos sociales, sino de todos los que habitamos este planeta. Hoy en día, no hemos sido capaces de atenuar las endemias sociales como la desnutrición, el SIDA, el analfabetismo, la prostitución infantil, las hambrunas, el desastre ecológico y, en tiempos recientes, el terrorismo. Estamos escuchado El Grito de Edvard Munch[10]
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Por cierto, la competitividad en el campo publicitario no está reñida con la humanización de la sociedad. Se puede ser competitivo en el mercado, sin desmedrar la calidad de vida, sin lesionar los valores humanos. No podemos demonizar la publicidad; esto sería un contrasentido pedagógico. El uso deontológico de la publicidad determinará, obviamente, su calidad estética y moral. Visto esto, sería injusto no mencionar, por lo menos, algunos valores positivos de la publicidad. Este género narrativo, columna económica de los medios masivos tradicionales y de las tecnologías de punta: a) informa sobre la presencia de productos en el mercado; b) mejora la calidad de vida; c) financia publicaciones, instituciones sociales, investigaciones científicas y creaciones artísticas; d) contribuye a la creación de empleos dentro de la misma industria; y e) en algunos casos, coadyuva a reforzar los valores humanos universales (amor, respeto, tolerancia, diversidad cultural, inclusión social).
Valorar según el Diccionario de la Real Academia significa: “(…) reconocer, estimar, o apreciar el valor o mérito de alguien o algo”. Nuestra intención en este artículo no es otra cosa que reconocer y apreciar el valor de la información en nuestra sociedad. Hasta los momentos, hemos adelantado algunas ideas. En lo que sigue iremos más al fondo de este asunto. Formularemos cinco principios que abrevan de la psicología, de la pedagogía y de la sociología de la comunicación, que nos permiten valorar la información y el conocimiento en el marco de las organizaciones y de las instituciones. Creemos entonces que en esta sociedad es propicio valorar:
1) La información según el modelo de W. Schramm.
2) El equilibrio informativo: la inteligencia como proceso de adaptación.
3) El aprender a pensar el conocimiento.
4) Las políticas públicas en medios de comunicación.
5) Las mediaciones sociales y las audiencias.
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La información según el modelo de W. Schramm
Sostenemos la idea de que es imprescindible ponderar la información para de esta manera evitar su uso meramente instrumental. Este tipo de uso nos ha llevado a cometer errores indeseados que están haciendo cada vez más insoportable este mundo desbocado en el que habitamos.
Es apremiante, entonces, evaluar la información, haciéndose algunas preguntas: ¿por qué es información?, ¿cuáles son los datos o los registros de la realidad que le sirven de soporte? y ¿en qué consiste su complexión teórica o paradigmática?
La información es poder es una máxima cargada de muchas significaciones. Muy connotada ella, por ejemplo, cambia de atuendo cuando se le ubica en la teoría de la comunicación y especialmente en los modelos comunicacionales de Shannon, de Lasswell, de Newcomb, de Jacobson y de Schramm. Sin pretender ahondar en este tema, nos centraremos en dos modelos antitéticos: el de Harold Lasswell y el de Wilbur Schramm.
El objetivo del modelo de comunicacional de Harold Lasswell[11] radica en poder persuadir a la audiencia con fines meramente comerciales y políticos; mientras que el modelo de Wilbur Schramm[12] consiste en ponderar la respuesta que ofrece la audiencia ante los mensajes difundidos por los medios masivos y las tecnologías de punta.
Estos modelos son dos maneras de comprender las posibles influencias psicosociales de la información en la sociedad. El primero es de talante unidireccional, comercial, en donde los efectos del mensaje suponen un cambio observable y predecible en el receptor; mientras que el modelo de Schramm, sí toma en cuenta la complejidad cultural y psicosocial de la audiencia, sin reñirse con el mercado, con el saludable propósito de fortalecer la democracia comunicacional. Es un modelo que crea las condiciones para que la audiencia dialogue con sus comunidades de apropiación en torno a las informaciones emitidas por los medios. Y segundo, es un modelo que reconoce la opinión y las necesidades sociales de la audiencia que interactúa con los medios con el objeto de producir cultura, educación y entretenimiento de calidad. De modo que el modelo de Lasswell responde a la siguiente pregunta: ¿Qué hacen los medios y las tecnologías de punta con las audiencias?, en tanto que el modelo de Schramm se formula: ¿cuál es la interacción que establece la audiencia con el medio? Estas dos interrogantes han marcado los estudios de los efectos de la información-comunicación así como el reconocimiento de las audiencias como sujetos activos a través de la consideración de las mediaciones sociales[13].
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El equilibrio informativo: la inteligencia como proceso de adaptación
Prosiguiendo con la reflexión sobre el tema que nos convoca, nos preguntamos: ¿qué ocurriría si le restáramos importancia o valoración a la información que se difunde en la comunicación cara a cara, en los medios masivos globalizados, en la superautopista de Internet, en las instituciones sociales o en la torre de control de un aeropuerto? Sencillamente, el desconcierto, la incertidumbre y el caos nos destruirían. Sin embargo, el ser humano, mediante sus procesos psíquicos conscientes e inconscientes, está dotado de innumerables herramientas, mecanismos y estrategias que le permiten encarar la realidad, sea ésta objetiva o subjetiva.
Uno de esos tantos mecanismos que utiliza la mente para asir y comprender la realidad se explica gracias a la psicología genética de Jean Piaget. Nos explica Piaget que el ser humano está facultado para asimilar, acomodar y lograr el equilibrio informativo en aras del aprendizaje y de la producción del conocimiento.
Asimilar es interpretar la información que proviene del contexto sociocultural a partir de los esquemas mentales y de los conocimientos previamente adquiridos en nuestra infancia y en nuestras mediaciones sociales (familia, escuela, amigos, religión, profesión, sólo por nombrar algunas). La mente acomoda la información reestructurando el punto de vista que tenemos de la realidad. Cualquier tipo de reordenamiento supone, muchas veces, un conflicto cognitivo. Nos cuesta reordenar nuestros conocimientos porque estamos amarrados a los prejuicios o habituados a ciertos modelos, muchas veces, sin convicción propia.
El conflicto se genera porque una información nueva causa, por lo general, incertidumbre o entropía, según la teoría clásica de la información de Claude E. Shannon[14]. El equilibrio cognitivo es como el alba. Nos sentimos más aliviados cuando somos capaces de relacionar, comparar, justificar, imaginar, predecir y manipular la información adquirida a partir de nuestros conocimientos previos. A tenor de esto, se aprende significativamente y, por ende, se construye conocimiento cuando relacionamos la información con nuestra experiencia vivida, con nuestra vida onírica, con nuestras emociones. Esta ha sido la enseñanza que también hemos heredado de la psicología educativa de Ausubel, Hanesian, Novak y Gowin.
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Aprender a pensar el conocimiento
Hasta aquí hemos incorporado de forma muy sucinta y a manera de prolegómeno los mecanismos cognitivos que intervienen en el procesamiento de la información a partir de la psicología genética y educativa. Equilibrio y significación son las palabras clave que hemos adelantado para explicar la valoración de los flujos informativos. Pero la información no será poder para hacer ni poder para pensar ni mucho menos poder para construir una sociedad más equitativa y justa si no estamos en capacidad de analizar y producir conocimiento.
Requerimos de un conocimiento que nos permita hacer una lectura minuciosa de los hechos para reducir la incertidumbre de la vida y proponer alternativas. Lo que no podemos aceptar es que la información y el conocimiento se registren y se almacenen en nuestra mente, cual grabadora en rec; esto es, de manera automática, sin evaluación alguna y sin saber cuál o cuáles son los paradigmas o los principios filosóficos que lo sustentan. En esta dirección, nos cae como anillo al dedo el siguiente pensamiento de Fernando Savater[15], que aflora en su estupendo libro El valor de
educar: “No es lo mismo procesar información que comprender significados (…), la verdadera educación no sólo consiste en enseñar a pensar sino aprender a pensar sobre lo que se piensa (…).”[16] Sin embargo, ¿cómo se puede pensar lo que se piensa?, ¿por qué es necesario pensar lo pensado? ¿Acaso nos vamos a convertir en filósofos? (Por cierto, el eminente psiquiatra venezolano José Luis Vethencourt, me aclaraba cada cierto tiempo que una cosa es ser filósofo y otra profesor de filosofía).
Muchas organizaciones toman decisiones basadas en las emociones, en los prejuicios, en la crítica despiadada y sin fundamento, en la búsqueda de alternativas cargadas de emotividad, que sin dudar de sus buenas intenciones, pueden conducir al desastre porque no se han examinado a cabalidad. En esta dirección proponemos el método de los seis sombreros de Edward De Bono[17], que proviene de su teoría del Pensamiento Lateral[18], con miras a que las organizaciones y las instituciones sociales perfeccionen sus proyectos, sus objetivos y metas así como su misión y visión. El método de De Bono es aplicable a todos los momentos de la vida. Su atractivo es que se aprende a pensar partiendo de las emociones y de los juegos. Los seis sombreros para aprender a pensar consisten en seis sombreros de colores donde cada color representa una forma de pensamiento. Cada sombrero nos enseña a dirigir nuestra atención en forma deliberada sobre una determinada manera de reflexionar. Presentamos, enseguida, el esquema del método de los Seis sombreros… para que lo puedan adaptar a las circunstancias:
- Sombrero blanco: hechos, cifras e informaciones. El sombrero blanco centra su atención en la información que tenemos a nuestro alcance y la que nos hace falta a los fines de nuestro análisis. Cuando pensamos con este sombrero nos preguntamos: ¿Qué información tenemos? ¿Cuál es la información que nos falta por conseguir? ¿Cómo podemos obtener la información que necesitamos?
-Sombrero rojo: emociones, sentimientos, presentimientos e intuiciones. Este sombrero nos permite exponer abiertamente y sin restricciones nuestros sentimientos para que puedan participar en nuestros pensamientos. Nos preguntamos: ¿Qué sentimos en este momento sobre el tema que estamos analizando? ¿Cuáles son realmente las motivaciones que nos llevan a pensar determinado aspecto de la realidad?
- Sombrero negro: juicio, verdad, precaución, comparación de los hechos. La mente cuando opera con este sombrero se convierte en un juez severo. El sombrero negro es crítico y evaluativo. Juzga y/o refuta la validez de los esquemas de razonamiento. Este tipo de pensamiento nos evita incurrir en errores y cometer tonterías por falta de experiencia. Pensar con el sombrero negro plantea las siguientes preguntas: “¿Concuerdan estas ideas con nuestra experiencia? ¿Es coherente esta idea con nuestros objetivos, nuestros planes y nuestra política? ¿Es coherente con nuestros valores, nuestra ética y lo que consideramos bueno y justo? Como el sombrero negro es un sombrero lógico, siempre hay que dar las razones por las que algo parece no encajar?”[19]
- Sombrero amarillo: ventajas, beneficios, oportunidades. Pensar con el sombrero amarillo es identificar en forma diáfana las razones lógicas para que exista alguna esperanza sobre determinado proyecto. El pensador de sombrero amarillo se
-Sombrero verde: explorar, inspeccionar, reconocer, sondear las alternativas de acción. Este sombrero es potencialmente creativo debido a que indaga la idea más factible para llevar a cabo un proyecto. Es creativo porque las informaciones que hemos seleccionado mediante el sombrero blanco, se han configurado como alternativas de pensamiento, las cuales pueden provocar algo o hacer que algo suceda. Pensar con el sombrero verde nos lleva a presentar ideas alternativas para resolver problemas o tomar decisiones.
-Sombrero azul: pensar sobre lo que se piensa. Supone que debemos desplegar nuestra capacidad intelectual para controlar y evaluar el proceso de nuestro pensamiento. Implica preguntarnos: ¿Por qué pensamos de esa manera y no de otra? ¿Las informaciones que hemos acopiado y procesado son las más indicadas? ¿Es coherente y práctico el plan de pensamiento? ¿En qué se fundamenta el modelo conceptual de nuestro pensamiento? ¿Por qué esta idea no contiene suficiente información? ¿Por qué nos estamos fijando tanto en nuestras emociones o en los beneficios, sin saber si son realmente ideas alternativas? ¿Estamos pensando metodológicamente? ¿Cuáles son las fortalezas y debilidades de nuestro pensamiento?
Finalmente, los Sombreros para pensar de De Bono son altamente lúdicos porque nos permiten combinar los sombreros para examinar un proyecto o cualquier problema que se suscite en la cotidianidad de una empresa o en una institución social. En el caso de las comunicaciones masivas, por ejemplo, podemos aplicar el sombrero rojo, esto es, nuestras emociones, a un anuncio publicitario y luego colocarnos un sombrero amarillo para identificar lo positivo, negativo e interesante de un producto. En caso de que tengamos prejuicio contra alguien, una manera de quitarnos ese sombrero rojo es colocándonos el blanco para informarnos un poco más sobre esa persona. Muchas veces encontramos que haciendo este ejercicio de talante humano, nos sorprendemos de nuestra conducta irracional. ¿Quién sabe si esa persona, dardo de nuestras neurosis, se convierte en uno de nuestros mejores aliados? En fin, hay muchas formas de jugar con los sombreros, sin restarle seriedad e importancia a la toma de decisiones de las organizaciones.
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Las políticas públicas en medios de comunicación
Antonio Pasquali[20] es uno de los teóricos venezolanos que más ha reflexionado sobre las políticas públicas de comunicación en nuestro país. Estas políticas nos permiten valorar o ponderar los flujos informativos que transitan en las industrias de contenidos audiovisuales. En su estupendo libro El Orden Reina nos presenta el decálogo de lo que debería ser un servicio público de radiotelevisión, sin la intromisión del Ejecutivo Nacional, es decir, un servicio de carácter no gubernamental. Evoquemos su decálogo del buen servicio público de comunicación:
1) El erario público y los contribuyentes deben financiar las comunicaciones públicas. 2) Es altamente participativa, independiente y de gran calidad. 3) Es de alcance nacional. 4) Considera que los usuarios son inteligentes, cultivados, sensibles y no una masa homogeneizada. 5) La cultura significa, entre otros aspectos, calidad estética y enaltecimiento de los valores humanos. 6) Fomenta la distribución diversificada de programas. 7) Dispone de tecnologías de punta y de una infraestructura adecuada. 8) Incentiva la producción nacional en todos sus géneros. 9) Su funcionamiento es complementario, esto es, no compite con el sector privado de las comunicaciones. 10) Difunde sus programas a escala regional.
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La dimensión moral del comunicar, siguiendo a Pasquali, resulta impostergable. Es una asignatura pendiente que hasta ahora ningún Estado ha encarado con firmeza. La democracia que no establece vasos comunicantes con los principios morales convencionales, no es democracia. Desde este prisma, el hombre requiere de referentes morales que lo ayuden a vivir en este mundo desbocado, que ensalza el materialismo y el utilitarismo en detrimento de lo espiritual y lo intelectual. Un mundo imbécil que apuesta por la destrucción ecológica y no por la recuperación de la naturaleza. El Estado moderno tiene que estar preparado para los acontecimientos inéditos y hasta súbitos que puedan socavar los valores humanos. Las comunicaciones masivas públicas y privadas tienen que erigir un modelo pedagógico que fomente las morales, entendidas como aquel conjunto de normas que facultan a los seres humanos a convivir en la sociedad. La cohesión social se refuerza y se garantiza mediante un sistema comunicacional con criterios morales, axiológicos y/o deontológicos muy bien definidos.
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Pedagogía de las mediaciones
Por mediaciones entendemos el conjunto de influencias cognitivas y socioculturales que estructuran el proceso de aprendizaje de los sujetos. Las mediaciones orientan nuestras prioridades de acción y de pensamiento, éstas nos permiten interactuar en distintas direcciones: con la cultura, con la familia, con la salud y el trabajo, con la educación de los hijos, con las organizaciones y con las instituciones sociales que producen los supertemas o matrices de opinión para significar lo real. Por ejemplo, en cualquier género televisivo tradicional, piénsese en una telenovela, los personajes expresan sus sentimientos y emociones de una determinada manera (mediación cognitiva), poseen, obviamente, rasgos físicos, edad y género (mediación situacional), pertenecen a una clase social determinada (mediación institucional), y, finalmente, las historias son construidas siguiendo los códigos de puesta en escena de ese género (mediación videotecnológica). [21]
Las fuentes de mediación pueden ser: la familia, la escuela, los grupos de amigos, el Estado y las organizaciones sociales, las instituciones religiosas, los medios masivos tradicionales y las tecnologías de punta. En este contexto, las fuentes de mediación implican las posibles influencias que ejercen dichas fuentes en el sujeto. Por ejemplo, la relación entre la audiencia y la televisión es un proceso que transciende el mero hábito cotidiano de encender y apagar la televisión, o la mera circunstancia de exponernos a este medio. La actividad de ver televisión no concluye al desconectarnos de la pantalla. De allí que la interacción de los medios con la audiencia presenta tres momentos importantes: un antes, un durante y un después de ver televisión. Un antes de ver televisión en el que la audiencia lleva en la mente sus referentes culturales y los recuerdos de los programas televisivos. Es una situación pretelevisiva que sirve de antesala a la percepción de los mensajes; un durante ante el medio televisivo, que acontece durante la exposición televisiva, y en donde la interacción con la televisión genera múltiples interpretaciones socioculturales, que pueden ser aceptados, complementados y hasta rechazados por la audiencia, de manera razonada, insconciente o espontánea; y, finalmente un despúes de ver televisión, que se origina cuando las interpretaciones de los mensajes se desplazan a otros ámbitos sociales, donde la audiencia intercambia sus opiniones extratelevisivas con la familia, los compañeros de clase o los miembros de su comunidad. De modo que la audiencia no se encuentra sola, en el vacío, sino que forma parte de las instituciones sociales.
Los medios masivos y, recientemente, Internet constituyen una de las fuentes de mediación con más influencia. Sin embargo, esa influencia, en mayor o en menor medida, depende de la intervención moral y pedagógica de la familia, de la escuela, de los grupos de amigos, de las comunidades de base y de la publicidad.
Es por ello que sostenemos la necesidad de una Pedagogía de las mediaciones que estudie las instituciones sociales, formales y no formales, con el fin de establecer vasos comunicantes entre las decisiones de las organizaciones y la realidad objetiva y subjetiva de las personas. Aquí entra en circulación el carácter moral, estético y deontológico de las disciplinas y de las organizaciones.
Digámoslo de otra forma, una empresa no debe conformarse con analizar el impacto de su mensaje en la colectividad. No. Una empresa, siguiendo algunos de los principios del buen servidor público de Pasquali, debe atender a las necesidades culturales y psicosociales del país. Las empresas deben aprender a pensarse a través de las mediaciones sociales. Cómo y por qué se relaciona una empresa con el estado y con la familia son interrogantes que nunca deberían desfallecer.
Para Stephen Covey[22], unos de los llamados gurú de la teoría de las organizaciones, hay que pensar en ganar/ganar. Esta perspectiva nos permite acicatear la abundancia material y espiritual para todos. Este tipo de gerencia vence el egotismo, la soberbia y la avaricia. Una organización que piense en el ganar/ganar indudablemente favorece la existencia humana de las mediaciones sociales. Una organización que respeta a los usuarios, a las audiencias, a las personas, lo que persigue en esencia es comprender primero y después ser comprendido. Porque es a partir de la experiencia de los demás que podemos aprender de nosotros mismos. La sinergia social, esto es, el puente que se establece entre la organización y las mediaciones sociales, será realmente efectiva y genuina en tanto exista convicción y empatía entre los valores y los principios morales que rigen a la organización con los que rigen al contexto social.
The End
Señalamos al comienzo de nuestra exposición que las organizaciones y las instituciones sociales tienen que nutrirse de los principios, modelos y paradigmas que surgen de la pedagogía, de la teoría de la comunicación, de la psicología y hasta de la filosofía. Lo que se aprende en una organización o en las instituciones sociales debe ser útil en todos los momentos de nuestra vida. Si no internalizamos los principios de adentro hacia fuera, si no estamos convencidos de ellos, es muy difícil que una empresa o institución responda, de manera sincera, a las demandas de la sociedad. De igual forma, la experiencia que nos ofrece la vida debe ser tomada en cuenta por las organizaciones y las instituciones. Ninguna información se puede desaprovechar. Lo que pareciera no ser importante hoy, tarde o temprano lo será, o por lo menos nos servirá de referente.
Decía el sabio Albert Einstein: Dios no juega a los dados con el hombre. Hasta la información más lesiva, por la vía pedagógica podemos convertirla en un instrumento para la reflexión y para la acción. Un dicho de un gran amigo, nunca se me olvidará. No te (pre)ocupes, ocúpate. Y precisamente esta máxima de la vida cotidiana es lo que nos ha enseñando Piaget, Ausubel, De Bono, Schramm, Pasquali, Savater y Covey. ¿Qué más nos hace falta para aprender a valorar los flujos informativos y el conocimiento? Contestamos, a título personal, basándonos en nuestra experiencia en la dirección de una institución académica. Hace falta: amor, respeto, perseverancia, locura, razón, pasión, emoción, sueños, esperanzas, creatividad, serenidad, unidad y servicio. También agregaríamos a esta combinación la paciencia, no entendida en su uso peyorativo (lentitud, pasividad), sino en otro de sus sentidos literales: “1. Capacidad de soportar molestias sin rebelarse. 2. Facultad de saber esperar, contenerse. 3. Aptitud para realizar trabajos entretenidos o pesados”. Todos estos ingredientes se licúan y se beben con un vaso de disciplina.
[8] FROMM, Erich (1986 ): ¿Tener o Ser?, México, Fondo de Cultura Económica.
[9] PASQUALI, Antonio (2006, 4 de junio): “Propaganda, publicidad”en: Diario El Nacional, Página Opinión, A-10.
[11] SAPERAS, Enric (1985), La sociología de la comunicación de masas en los Estados Unidos, Una introducción Crítica, Barcelona, Editorial Ariel.
[12] SCHRAMM, LYLE y PARKER (1965): Televisión para los niños, Barcelona, Hispano-Europea.[13] Los gráficos provienen de la siguiente dirección web:
http://www.infoamerica.org/teoria/lasswell2.htm. Documento recuperado el 16 de junio de 2006.[14] SAPERAS, Enric (1985), La sociología de la comunicación de masas en los Estados Unidos, op.cit.
[15] SAVATER, Fernando (1997): El valor de Educar, Barcelona, Editorial Ariel.[16] Ibíd.: p.32.
[17] DE BONO, Edward (1994): Cómo enseñar a pensar a tu hijo, Barcelona, Editorial Paidós.
[18] DE BONO, Edward (1993): Pensamiento Lateral. Barcelona, Paidós-Empresa 5.