En 1986, en la vibrante Caracas de aquel entonces, cuatro profesionales con experiencia en publicidad y periodismo —Eduardo Chibás, Orlando Cuevas, Gloria Chibás y Silvia Bernardini— unimos nuestros conocimientos para dar vida a lo que hoy conocemos como Comstat Rowland.
La primera oficina era un espacio de apenas 58 metros cuadrados, dos máquinas de escribir prestadas, un cenicero, una lupa y, por supuesto, la cafetera siempre lista, Así comenzó esta magnífica aventura.
No contábamos con varitas mágicas, sino con algo mucho más valioso: la profunda convicción de que todas las empresas, sin importar su tamaño, necesitaban comunicar sus historias con honestidad y pasión.